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sábado, 28 de diciembre de 2013

Este jueves... Un regalo.



UN REGALO PEQUEÑITO
Hace treinta años me hicieron un regalo estupendo. Era pequeñito. Muy pequeño. Tan pequeño que tuve que usar una lupa para verlo.

Mi padre me explicó que algo en apariencia tan insignificante acabaría por cambiar el mundo. Decidí enterrar mi regalito en medio dela plaza del pueblo, tal como me dijo mi padre. La primera vez usé un dedal del costurero de mi madre para regarlo. Más adelante usé un vaso de madera que había tallado mi abuelo. Después fue necesario usar una cantimplora que me prestó un buen amigo. Llegó un día en que tuve que protegerlo con una malla metálica para que no se lo comiera el ganado.

Los vecinos me preguntaban qué era aquello que cuidaba con tanto mimo. Yo les respondía que era algo que acabaría cambiando el mundo.
Los años fueron pasando y el regalo que me hizo mi padre cada vez tenía más personas que se preocupaban por sus cuidados. No era para menos, pues todos los vecinos confiaban en que aquel arbolito acabaría cambiando el mundo, tal y como yo les había dicho años atrás.

Hoy, como todos los días, volveremos a sentarnos a su sombra mientras discutimos qué podríamos hacer para cambiar el mundo. Y algo me dice que mi padre tenía razón cuando me hizo aquel regalo tan pequeño hace ya más de treinta años.

Alberto Villares.

Tienes más regalos especiales en casa de Judith

Muchas gracias Judith:

sábado, 14 de diciembre de 2013

PREMIO BEST BLOG


Este premio me ha sido concedido por mi amiga Charo, del blog ¿Quieres que te cuente?, a quien le agradezco enormemente este y otros que me ha condedido, ¡GRACIAS!

CONTESTAR A LAS PREGUNTAS FORMULADAS POR QUIEN CONCEDIÓ EL PREMIO.

1.-¿Qué te impulsó a crear el blog?
Me animaron a hacerlo unos compañeros del taller de cuento al que llevo yendo un par de años: Charo y Juan Carlos, también jueveros.
2.-¿Desde cuándo escribes?
Desde ya hace algunos años. Antes no escribía relatos sino artículos sobre ecología. Mi primer relato lo escribí hace poco más de dos años. Era sobre un osito que no encontraba a los suyos.
3.-¿Te gustan los microrrelatos o prefieres relatos más largos?
Prefiero los relatos cortos cuando la gente es poco conocida y porque no tengo mucha paciencia. De todas formas siempre he huido de los libros “ladrillo”.
4.-¿Cuánto tiempo aproximado al día le dedicas a tu blog?
Yo diría que a la semana porque hay muchos días que no tengo tiempo ni para conectarme a internet.
5.-Dime tres de tus escritores de relatos favoritos.
Quim Monzó, Juan José Millás y Miguel Delibes.
6.-Un libro que hayas leído muchas veces.
La Constitución española y porque me la tuve que estudiar cuando estaba opositando jajajaa, es broma. No acostumbro a releer pero confieso que tengo pendiente hacerlo con Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Creo que es un libro que exige varias lecturas para poder decir que lo has leído.
7.-¿Qué tipo de género cinematográfico es tu favorito?
La única película que he comprado en mi ha sido Apocalypse Now, por lo que imagino que mi género favorito es el bélico pero repleto de pinceladas filosóficas.
8.-Entre Borges y Cortázar ¿con quién te quedas?
Sin ninguna duda me quedo con Cortázar, y que me perdonen los Borgianos.
9.-¿Cómo te gustan los blogs, ¿sencillos o con muchas "florituras"?
Sencillos pero reconozco que hay blogs repletos de “florituras” que son auténticas obras de arte.
10.-¿Qué haces para buscar inspiración cuándo las musas te abandonan?
Suelo salir a pasear, por la ciudad o por el campo, o ponerme un colgante que tiene un símbolo celta que, según dicen, es para despertar la inspiración artística.
11.-¿Has publicado algún libro o algún relato que no sea en un blog?
Aún no he publicado ningún libro pero sí que me publicaron un microrrelato en un libro que se hizo por internet y que era de microrrelatos románticos (enamoradizo que es uno).
PREGUNTAS A RESPONDER POR LOS BLOGS NOMINADOS
1.- ¿Quién te impulsó a crear un blog?
2.- ¿Cuales son tus dos escritores favoritos?
3.- ¿Las dos películas que más te han marcado en la vida?
4.- ¿Libro en tapa dura o libro de bolsillo?
5.- ¿Si te ofrecieran protagonizar una película que ya hayas visto?
6.- ¿Escribes todas las semanas?
7.- ¿Qué libro te estás leyendo ahora?
8.- ¿Has estado alguna vez en una cárcel turca? jajaja, esta es broma.
9.- ¿Cual podrías decir que es tu mejor fuente de inspiración?
10.- ¿Nos dices de qué actor o actriz estás platónicamente enamorada/o?
11.- Para perderte ¿mar o mantaña?
CONCEDER EL PREMIO A ONCE BLOGS Y AVISAR:

Mis letras insomnes.
Puntosuspensivos
¿Quieres que te cuente?
¿Y qué te cuento?
Narraciones ordinarias Lao.
Desgranando momentos
Así soy yo
Neogeminis
Censura Siglo XXI
Con una sonrisa
El balcón de Casss

El mundo se acaba y alguien lo sabe.

ANTES DEL PARTIDO
“Hola, me llamo Paco y le llamaba para decirle que el mundo se acabará esta tarde. Concretamente antes del partido de fútbol. Me lo ha dicho mi vecino Andrés hace apenas dos horas”. El policía que estaba al otro lado del teléfono optó por colgarme.

Esta mañana, Andrés y yo estábamos dejando el coche al mismo tiempo en la calle de enfrente del portal. Se acercó a mí con paso lento, brazos pegados al tronco, boca abierta y mirada perdida. Paco, tengo que decirte que el mundo se acabará esta tarde antes del partido de fútbol. Ya sé que suena extremadamente increíble, pero es cierto. Os quiero.

El caso es que le di total credibilidad. Andrés siempre ha sido un hombre muy bromista y campechano, pero con estas cosas no se anda con bromas. Si Andrés me ha dicho que el mundo se acaba antes del partido de esta noche es que se acaba antes del partido de esta noche.

Cuando subí a casa y se lo conté a Julia, mi mujer, me miró durante cinco segundos y dejó todo lo que estaba haciendo. Apagó los fuegos de la cocina para evitar que se nos quemara la casa en nuestra ausencia. Cogió un gran neceser y la ropa imprescindible. Se puso las mejores galas y se pintó de un modo muy sensual. Si vamos a morir todos al menos lo haremos con la cabeza bien alta, me dijo.
 
Los niños estaban en la academia de idiomas. Tenían un examen muy importante para el que llevaban semanas estudiando. Pensaban que sin idiomas no vas a ninguna parte. Como era un examen tan importante para ellos decidimos esperar a que salieran y nos contaran qué tal les había salido.

Más tarde, desde la ventana del salón, observé por detrás de la cortina que Andrés aún no se había marchado. Me pareció extraño que sólo me lo hubiera confesado a mí, por lo que estuvimos pensando en la posibilidad de contárselo a todos los vecinos. Paco, ¿se lo voy diciendo a tus padres?, me dijo Julia. Mejor no, que conociendo a mi madre se moriría del susto, la respondí.

Decidí subir a casa de Andrés para preguntarle. Llamé al timbre y me abrió con una indumentaria que jamás habría imaginado. Llevaba una túnica larga de color negro y con estrellas azules bordadas, un sombrero puntiagudo también de color negro y con estrellitas azules bordadas. Tenía la misma cara de pasmado de esta mañana, y llevaba una bola de cristal sobre su brazo derecho. Me arrepentí de preguntarle nada y opté por pedirle un par de huevos que nos faltaban para hacer una tortilla de patata.
 
Bajé a casa con los huevos de Andrés en la mano y le dije a Julia que antes de marcharnos podríamos hacer una tortilla de patata. Los niños estaban de acuerdo. El partido de fútbol estaba a punto de comenzar y el cielo comenzó a teñirse de un rojo fuego. Toda la gente salió a la calle con cara de asombro. Y así, sentados frente al televisor, disfrutábamos de una excelente tortilla mientras veíamos cómo todo se iba apagando poco a poco…, poco a poco.

Alberto Villares.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Este jueves... El cementerio.

LA MUERTE DE VICENTE MIRANDA
Contados son tus momentos,
Mañana u hoy morirás.
¿Que no avise, extrañarás?
No entiendo de cumplimientos.

Rafael Azcona
Redactó su carta de despedida,  como en otras ocasiones, y la colocó estratégicamente dentro del bote de tila. Aquella mañana, Vicente Miranda, había salido de casa antes del amanecer. Tenía la clara intención de arrojarse al pozo de la mimbrera, el mismo al que ya se habían arrojado otros vecinos, según diversas leyendas. Bajó por la calle de la panadería, que ya despedía un suculento aroma. Se cruzó con un esquivo gato blanco y negro. Siguió su camino decidido a culminar su trágico plan. Al torcer la esquina de la lechería se topó con doña Esperanza, una anciana de pelo blanco, moño apretado en la nuca y escrupuloso luto por indumentaria.
-          Buenos días Vicente, buena madrugada pegaste hoy para no tener ganado.
-          Buenos días doña Esperanza. Voy a por moras e higos, que a los dormilones nunca les tocan.
-          Pues yo hoy me levanté mucho antes de lo normal. No sé que barrunta mi cabeza que no he podido pegar ojo… Venga pues, antes que te los coman los pájaros.
Vicente siguió su camino dando pasos cada vez más firmes. Una lechuza le chistó desde lo alto del establo del señor Prudencio. Calla diablo, que ya sabes donde voy, todo el mundo lo sabe –le dijo al animal.
Así, continuó Vicente Miranda con su paso ligero, pues el sol empezaba a despuntar tras el cerro del Lobo, donde había un promontorio que recordaba a tres ejecutados en la Guerra Civil. Pasó casi al trote junto al promontorio, y allí, sentado bajo un chaparro, pelaba una manzana Casimiro cien vidas, uno de los tres fusilados.
-          Pero Casimiro, que ya despunta el sol ¿qué haces por aquí? –le dijo Vicente.
-          Pues esperarte, qué narices voy a hacer. Anda y vuélvete a la cama, que la noche sólo es para las alimañas y los muertos, y tú no eres ni lo uno ni lo otro.
No llegó ni a detener su paso ligero sin tiempo de replicar al alma de Casimiro cien vidas. Siguió hasta que tocó el brocal del pozo de la mimbrera. Los primeros rayos de sol, procedentes del cerro del Lobo, iluminaron todo el valle. Vicente se asomó al pozo y no vio nada más que piedras. Había sido cegado muchos años atrás. Volvió arrastrando los pies, pasando junto al promontorio de muertos de la Guerra Civil; el establo del señor Prudencio, del que solo quedaban unas ruinas; la antigua lechería, cerrada muchos años atrás. Compró un pan recién hecho y se dispuso a desayunar tomando una aromática tila, como en otras ocasiones.
Alberto Villares.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Este jueves... El ídolo.

EL BUDA
Llevaba desde las siete y treinta de la mañana recorriendo las calles de una gran urbe de cuyo nombre no quiero acordarme. Aún faltaban unos minutos para que se produjese un nuevo amanecer. Los viandantes enfocaban su rostro hacia el este, esperando ser los primeros en recibir la iluminación solar. Yo era testigo de todo lo relatado mientras, con mi escoba rígida, barría una cantidad significativa de colillas en el suelo de una parada de autobús.
Todo seguía el mismo orden de todas las mañanas hasta que ocurrió algo que produjo un giro realmente inesperado. Sobre una papelera de las que se acoplan al cuerpo de una farola, encontré una figura. Era uno de esos budas calvos y obesos que solemos ver en los restaurantes chinos. El caso es que la figura era tan grande que no cabía en la papelera y la habían dejado encima. No es que los barrenderos padezcamos de síndrome de Diógenes (aunque a veces lo parezca), pero tenemos un sentido especial para imaginar una utilidad para cualquier objeto desechado. Yo de momento no había pensado qué hacer con el buda, pero lo llevaba colocado sobre la tapa del cubo de mi carro. Caminaba empujando el carro y mirando al buda. O, mejor dicho, el buda me miraba a mí.
Me disponía a cruzar la calle cuando pasó el autobús. Esta vez no era uno de los conductores habituales sino un hombre calvo y obeso con pinta de buda. Pensé que era fruto de mi imaginación. Continué caminando y me crucé con un buda que empujaba un carrito con un bebé. Al pasar por el quiosco de prensa me saludó un buda desde su interior. Paseando un perrito iba un buda gordo y calvo fumando un cigarrillo. En la parada de autobús había dos señoras con aspecto de buda: obesas y calvas.
 
Todo esto me pareció demasiado y por momentos temí caer en la locura. El buda de mi carro seguía mirándome. O, ahora, era yo quien le miraba a él. El caso es que ya no veía la cara del buda sino la mía. Sí, era la misma cara que veía por las mañanas al levantarme y mirarme al espejo. No le di demasiada importancia y seguí caminando. Todos los acontecimientos seguían el mismo orden de todas las mañanas, con la salvedad de que ahora yo conducía el autobús. Me crucé conmigo mismo empujando un carrito de bebé. Compraba el periódico y me saludaba a mí mismo. Acariciaba a mi perrito, que acababa de bajar a pasear. Esperaba al autobús acompañado de un individuo igual que yo. Opté por dejar aquella figura en el mismo lugar donde la había encontrado. Pensé que ser calvo y obeso ya no era algo tan malo.

Alberto Villares.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Un hombre, una mujer y una vaca en una balsa.

LA DOTE
Dicen que del amor al odio hay un paso. Es lo que les pasó a un joven oficial del ejército norteamericano y a su amada vietnamita, durante la famosa contienda que ambas naciones libraron en los años sesenta. El soldado se enamoró tan fuerte de la chica que tuvo que desertar para casarse con ella. La boda fue por el rito vietnamita y no faltaron flores de loto ni ofrendas a los ancestros. La dote que recibió la chica fue una vaca. Como el soldado había desertado, decidieron empezar una nueva vida al otro lado del océano. Los habitantes de la aldea construyeron una gran balsa y la equiparon con todo tipo de útiles de supervivencia y víveres, incluida la dote de la chica: la vaca.
Se embarcaron y permanecieron a la deriva durante seis días. Se abrazaban, besaban y, con cierta inquietud, miraban a la vaca. El animal, que no se amilanaba, les sostenía la mirada. El ex soldado le dijo a su esposa que, al llegar a tierra, podrían matar a la vaca para obtener unas primeras rentas con la venta de la carne; a lo que la bella vietnamita, no sin fruncir el ceño, respondió que no. Propuso a su marido que la vaca sería utilizada en las labores agrícolas como animal de tiro.
Durante todo el séptimo día la pareja estuvo discutiendo sobre el destino de la vaca. Él llegó incluso a buscar el cuchillo que utilizaría para despiezarla. Ella también localizó el azadón que sería acoplado a la vaca para labrar las tierras. La vaca, cada vez más tensa y sintiéndose víctima de la contienda matrimonial, decidió ignorar a la pareja y afinó la vista en busca de algún atisbo de tierra firme.
El ex soldado, presa de su propio orgullo, comenzó a afilar el cuchillo mientras miraba maléficamente a la vaca; la bella asiática, por su parte, cogió el azadón de forma defensiva mientras miraba a los ojos de su marido.
Ocurrió que la vaca, al intuir el verdor de tierra firme, emitió un mugido y se lanzó al agua. La pareja, azadón y cuchillo en mano, miró pasmada cómo la vaca se alejaba nadando lentamente. Nadie volvió a saber de ellos ni de la vaca.

Alberto Villares

lunes, 21 de octubre de 2013

Vamos caminando y encontramos un huevo gigante.

EL HUEVO DE COLÓN
Un huevo es un hallazgo que suele causar alegría en su descubridor por los réditos alimenticios que le aportará, salvo en el caso que os voy a relatar. Tal vez haya que ponerle un poco de imaginación para creer lo que les ocurrió a cinco amigos en el mismísimo puente de Segovia, en Madrid.
Los chicos venían de disfrutar la prolongación de una animada cena en el centro de la ciudad. Era de madrugada y debían ser entre las cuatro y las cinco de la mañana. La noche había sido de lo más divertida y los chicos caminaban a sus casas entre cánticos, exaltaciones de amistad y bravuconerías. Todos pusieron su atención, o al menos lo intentaron, en el objeto que uno de ellos, Iván, les señalaba. Era un huevo gigante de unos cinco metros de altura. Los cinco amigos se acercaron al huevo con lentos movimientos y la boca totalmente abierta. Acercaban la mano para tocarlo pero la retiraban rápidamente. Juanillo fue el primero que puso la mano sobre el huevo, lo que provocó que el huevo rodara y cayera sobre Eduardo, que se encontraba al otro lado. Los cuatro retiraron el huevo de encima de Eduardo pero rodó y aplastó la pierna de Toño. Sus gritos de dolor eran insoportables. Juanillo y Javi retiraron como pudieron el huevo para rescatar la pierna de Toño. Iván, que se encontraba socorriendo el aplastamiento de Eduardo, no pudo ver cómo el huevo, tras volver a rodar, le golpeaba fuertemente en la espalda. Juanillo retiró como pudo el gran huevo de encima de Iván, con tan mala suerte que el huevo volvió a rodar y volvió a aplastar la pierna de Toño y el brazo de Javi, que se encontraba socorriéndole. Juanillo retiró el huevo de encima de la pierna de Toño y el brazo de Javi. Al soltar el huevo para socorrerles este volvió a caer; esta vez sobre los tres.
Tras la paliza que aquel huevo propinó a los cinco jóvenes surgió una mano enorme que, bajando del cielo, cogió el huevo y, de golpe, lo colocó de pié. Y una voz celestial que decía: “después de vista la hazaña, cualquiera sabe como hacerla”. Los servicios de emergencias atendieron a los cinco jóvenes mientras, navegando por el Manzanares, pasaron los espectros de dos carabelas y una nao.


Alberto Villares. 21/10/2013

jueves, 17 de octubre de 2013

Este jueves... Los celos.

SU OJITO DERECHO
Los tiempos cambian y ya no se lleva ser celoso. Ahora lo que se lleva es ser condescendiente con las amistades de tu pareja. El respeto por el espacio del otro. Asumir que nuestra pareja tiene derecho a tener cierta vida privada. Asumir que nosotros también tenemos el derecho, y la obligación, a tener cierta vida privada. Todo esto son cosas que están muy bien; pero siempre queda la duda sobre quién es realmente nuestro ojito derecho.
Todas las mañanas Julia saca a pasear a nuestro perrito Bruno por el parque (un chucho escandaloso). A veces me pregunto porqué yo sólo necesito quince minutos para bajar a Bruno y ella toda la mañana. Nunca la pregunto. Por lo de la cierta vida privada que os comentaba antes.
En cierto modo me encanta que se tire toda la mañana con Bruno en el parque, porque así yo puedo chatear toda la mañana con Ángela. Sí, no os lo he contado pero tengo amante. Se llama Ángela y la conocí en una web de contactos para maridos infieles.
Todo iba como la seda hasta que cierto día Julia me habló de Sergio. Es un chico muy divertido, tiene un precioso golden retriever y no te puedes imaginar qué malas experiencias ha tenido en la vida con las mujeres –me cuenta mientras comemos, como si el tal Sergio fuera de mi interés.
Cierto día, Julia bajó a dar una vuelta por el parque, pero sin Bruno. Aproveché para chatear compulsivamente con Ángela. Las horas pasaban, Julia no regresaba y Bruno estaba a punto de mearse en el parqué. Lo bajé, fumé nervioso y al terminar el cigarrillo lo lancé con tan mala suerte que le acerté al pobre Bruno en su ojito derecho. Ahora es un perrito tuerto.

Alberto Villares.
Tienes más celosos en casa de Pepe.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Este jueves... en el camino.

TODA UNA VIDA
Mi amigo Jorge acaba de ser papá. He buscado un hueco y he venido a verles. El bebé está envuelto en una mantita y sólo se puede ver su carita arrugada. Tengo que marcharme. Me despido y me dirijo a la parada del autobús.
El autobús llega ruidoso y dejándose ver desde un rato antes de llegar a la parada en la que me encuentro. Subo, pico mi billete, saludo a la conductora y ella me corresponde con una sonrisa. El autobús va repleto de gente. Le ceden el asiento a una mujer que lleva en brazos un niño que apenas sabe andar. En los siguientes asientos va un padre acompañando a su hija. La niña debe estudiar guitarra o algo parecido por la conversación que llevan. Al final de los asientos va un grupo de adolescentes vocingleros. Hablan alto, llevan música en sus teléfonos y ponen los pies sobre el asiento. Dos chicos universitarios (saltaba a la vista) charlan maduramente sobre filosofía, intercalando bromas sobre el onanismo de Kant. En la siguiente parada sube una de las chicas más atractivas que jamás haya visto. Debe estar de vuelta del trabajo, por la edad que aparenta y los zapatos cómodos que lleva para aguantar de pie durante horas. Va tan pintada que debe ser dependienta de perfumería. Acto seguido sube un hombre de mediana edad con aspecto de ejecutivo. Descarto esta idea al ver sus zapatos baratos. Del pseudoejecutivo mis ojos saltan a un matrimonio de jubilados cargado con bolsas de fruta del mercadillo. Los miro a todos de soslayo y aprovechando el reflejo de la ventana. Una señora mayor sube en la siguiente parada. Tarda unos segundos en encontrar el billete en el monedero. Me levanto, le cedo mi asiento y la conductora me lo agradece con otra sonrisa por el retrovisor. El autobús llega a mi destino. Tengo que bajar y me siento como Boabdil el día que abandonó su palacio de La Alhambra de Granada.
Llego hasta mi casa caminado despacio junto a la tapia del cementerio (no os lo he contado pero vivo junto al cementerio de Carabanchel, en Madrid). Mientras busco las llaves de casa tengo una extraña sensación. La de haber sido testigo de toda una vida.

Alberto Villares.


Tienes más relatos de otros caminantes en casa de Juan Carlos

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Este jueves... algo doloroso.

CUANDO AMAR MATA
Cuando amar se convierte en un baile con la muerte. Cuando amar no es más que un sueño que te impide ver.
Cuando un amor no correspondido se convierte en enfermedad del alma. Cuando ves que amar no es lo que esperabas.
Cuando bailar te impide soñar que mueres de amor. Cuando no puedes ver el deseo de quien amas en tus sueños.
Cuando todo esto se encierre en tu cabeza; baila, baila y baila. Para no verte morir de amor en un sueño que no tiene fin.

Alberto Villares.

Tienes más relatos desgarradores en casa de Alfredo

lunes, 2 de septiembre de 2013

Este jueves... El olvido.




EL OLVIDO
Teníamos todo planeado para que aquel fin de semana fuese el mejor de todos los que llevábamos juntos, y no es que llevásemos mucho tiempo juntos.  Habíamos alquilado un precioso bungalow, de esos de madera, junto a uno de los pantanos más grandes de la sierra de Madrid. Un lugar de ensueño en medio de una fresca dehesa de fresnos desmochados donde cantan los pajaritos del bosque y por la noche se deja ver algún animal salvaje.
El caso es que empezamos con mal pie nuestra escapada, ya que habíamos olvidado imprimir la hoja de la reserva. El recepcionista nos dijo que no nos preocupásemos y que le dejásemos nuestro documento de identidad. Después de buscarnos por todos los bolsillos comprobamos que también lo habíamos olvidado. Intenté llamar por teléfono a la central de la web de reservas que habíamos utilizado; pero habíamos olvidado los teléfonos móviles. El chico de la recepción, muy atento, nos dejó llamar desde su teléfono de trabajo. Marqué y tardaron varios minutos en atenderme. Después de varias comprobaciones me dijeron que no había ninguna reserva a nuestro nombre (ahora lo pienso y me río porque la reserva la hice en otra web).
Ya no se que más nos podría pasar. Decidimos pasar la noche en el coche pero habíamos olvidado donde lo habíamos aparcado. Nos pusimos a buscarlo por separado: ella buscaría por la parte de atrás, por el pinar y por la avenida de entrada; yo iría al parking, al restaurante de al lado y llegaría incluso hasta el pueblo.
Busqué y caminé tanto que, sorprendentemente, llegué al amanecer hasta mi casa. Llamé con insistencia al timbre y me abrió mi novia. Me dijo que dónde narices me había metido. Me había estado llamando pero me había olvidado el móvil en casa. Los de los bungalows habían llamado para ver si acudiríamos. Y había llamado a la policía para que me buscaran, ya que llevaba más de dos días desaparecido. Encendí un cigarrillo y la pedí que me lo repitiese todo desde el principio.

Alberto Villares.

jueves, 29 de agosto de 2013

Este jueves... Imaginemos en nombre del amor.


EN EL NOMBRE DEL AMOR
El otro día mi hijo me preguntó cosas bochornosas. Tal vez estéis pensando en esas preguntitas comprometedoras que, llegado el momento, hacen los niños; pero no, he dicho bochornosas, no escabrosas.
El caso es que me abordó mientras cenaba ensimismado en mis cosas y haciendo que veía, con mucho interés, las noticias.
-          Papá, ¿mamá y tú estáis enamorados?, ¿dónde os conocisteis?, ¿qué os dijisteis por primera vez?, ¿la regalas flores?, ¿has hecho alguna locura por ella en nombre del amor?
Os podéis imaginar por donde se me metió la bola de filete que estaba masticando. Una vez que se relajó mi diafragma y cesaron los lagrimones de asfixia, apagué el televisor y nos miramos fijamente a los ojos. Estuvimos inmóviles y sosteniéndonos la mirada durante dos minutos interminables.
-          Pues muy bien –le dije mientras tamborileaba en la mesa con los dedos.
-          ¿Te repito las preguntas, papá?
Le respondí, una a una, todas las preguntas que me había tiroteado en una vil emboscada.
-          Tu madre y yo estamos muy enamorados. Nos conocimos en un tren que solíamos coger todas las mañanas para ir a trabajar. Nos pusimos a hablar gracias a un pajarito que se metió en el tren (es una larga historia) y nuestras primeras palabras fueron sobre aves. La suelo regalar flores silvestres, tanto frescas como secas (los tiempos están muy mal y las floristerías muy caras). ¿Locuras en nombre del amor? Llevar casi veinte años juntos y tenerte a ti. ¿Te parece poco?
Anotó todo lo que le había dicho y me dijo: papá, sois un rollo. Bueno, su madre y yo seremos un rollo; pero él fue al colegio con los deberes hechos y yo salí de aquella emboscada victorioso. Comprended que es demasiado pequeño para saber la verdad.

Alberto Villares.

martes, 23 de julio de 2013

Este jueves... En el bosque (oasis, en mi caso)

File:Libyen-oase1.jpg




EL OASIS
Podemos estar aquí toda la vida. Tenemos de todo: agua, frescor, frutos, hierbas, raíces, leche de camella, caracoles… Tenemos provisiones suficientes para no tener que buscar ningún otro lugar. Merece la pena luchar por ello.
Cuando te vi por vez primera en el zoco, no me pareció que necesitaras ayuda. Tu mirada me pareció tan sensual que quedé prendado de ti. Me acerqué para hacerte una pregunta trivial. Me acerqué porque no tuve más remedio. Porque me llamaste con tus ojos. Te bastaron pocas palabras para pedirme que te sacara de allí. Tu mirada hizo el resto. Fue un plan no hablado: yo tenía que pasar con mi camello por delante de la tienda de tu marido. Tú te pondrías con sigilo entre mi camello y yo. Todo salió bien y salimos de allí.
Así estuvimos huyendo durante tres días con sus tres noches por el desierto. Ambos sabíamos que el agua no nos alcanzaría, hasta que una caravana nos indicó un oasis cercano. Me preguntabas por mi destino y yo te daba una sonrisa por respuesta. Ambos escapábamos de algo y sólo mi camello, mi camella más bien, conocía nuestros motivos. Yo me marché de mi aldea sin decir nada y dejé a mi mujer y mis hijos. Estaba locamente enamorado de otra mujer y ya no soportaba aquel tormento en mi cabeza.
Algo sucedió cuando fuiste a buscar agua porque tus ojos ya no brillan. Tu boca viene abierta y exhalando tu esencia en cada paso. Buscas nerviosa el cuchillo curvado. Forcejeamos. Te lo quito y con mis ojos te digo que no, que no es tiempo de morir sino de luchar. Y así, cuando lleguen, lucharemos por nuestra libertad. 

Alberto Villares.




domingo, 7 de julio de 2013

Este jueves (domingo)... Uno de rebeldía.

TRÁNSITOS
File:AngelCaido.jpg 
El pasillo se hace interminable. Hay baldosas luminosas de distintos colores. Mis ojos se van directos a las de color negro, las que no lucen. Son las que tengo que pisar para llegar sano y salvo hasta el final. En un descuido, piso una roja. Como estoy solo, nadie se entera.  Salgo del pasillo, del túnel, y llego a la luz. Se trata de una luz cegadora donde se intuyen unos ángeles. Estos ángeles animan a volar a todo el que sale del túnel. Yo lo intento, me dicen que puedo, que es fácil, pero no tengo alas. Les agradezco el detalle y sigo caminando. Bajo por unas escaleras, huyendo de la luz angelical, y encuentro una tortuga. El pobre animal vive cargando con su casa. Bueno, en realidad es un peso del que no puede librarse. Mejor la dejo y sigo hasta un pasillo de baldosas luminosas. Esta vez no piso ninguna que no sea negra. Salgo del pasillo interminable y, qué sorpresa, tengo unas alas blancas espectaculares. Las muevo con ímpetu pero los ángeles me dicen que no, que así no, que debería aprender a utilizarlas. Finalmente mis alas se queman al llegar a una especie de sol. Caigo y voy rodando por unas escaleras. Mi rostro queda frente al de una tortuga: la misma tortuga de antes. Me mira piadosamente y me acompaña a pasar de nuevo por el túnel. Esta vez sí que se hace realmente interminable, sólo piso baldosas negras. Salgo del túnel y soy muy cuidadoso con mis nuevas alas. Me despido de la tortuga y me uno al grupo de ángeles, para siempre.

Alberto Villares.

miércoles, 26 de junio de 2013

Este jueves... El candidato

Este es el primer relato con el que participo en vuestra causa juevera. Espero que sea de vuestro agrado.

EL ÚLTIMO TROFEO
Cazadores de todo el mundo habían solicitado ser el primero en cazar el primer animal inventado por la ciencia. Uno de ellos, Joan, llevaba gran parte de su vida esperando que llegara el momento de la gran selección. Era el año dos mil doscientos veintidós y el planeta Tierra tenía cien mil millones de habitantes. Habían desaparecido todos los santuarios de vida silvestre y los pocos animales que quedaban en libertad fueron recluidos en zoológicos. Al no quedar animales que cazar, los científicos habían iniciado la producción de nuevas especies de animales. La primera que habían creado fue una curiosa mezcla entre león y mariposa. Era un animal fabuloso, con temibles garras, afilados colmillos, amenazantes ojos ambarinos y, sobre el lomo, unas preciosas y delicadas alas adornadas con infinidad de colores.
Joan era un famoso cazador que alardeaba ante el mundo entero de haber dado muerte a más de mil especies de animales. Como buen valenciano que era, Joan celebraba la noche de San Juan, o nit de Sant Joan, como él decía con énfasis. Acababan de comunicarle que sería el candidato elegido para cazar la primera especie cinegética de síntesis. La noticia le provocó tal euforia que convocó a todos sus amigos y familiares a una gran hoguera para comunicarles que había sido seleccionado para tal aventura. Durante la hoguera, les dijo a los allí presentes:
-          Os he convocado a esta gran hoguera, en esta señalada nit de Sant Joan, mi noche, para comunicaros que, por fin, podré dar por concluida mi carrera de cazador en cuanto consiga mi último trofeo. Mi nombre aparecerá junto al de prestigiosos científicos en los archivos de historia natural. Dentro de un mes me soltarán con mis armas en medio de la gran zona deshabitada y tendré que buscar a ese bendito león alado.
-          ¡Joan, Joan! –le decía uno de los niños allí presentes- cuéntanos alguna de tus aventuras de caza.
-          ¡Claro! –respondió Joan-, hoy os contaré que, de todos los animales que he matado, hay dos que nunca olvidaré. El primero, fue una mariposa que maté con tan solo cinco años; el otro, el último león africano que quedaba en libertad. No pude seguir cazando porque ya no quedaban animales en libertad.
Al cabo de un mes, Joan viajó en helicóptero a la gran zona deshabitada. Llevaba una gran mochila con toda clase de enseres de supervivencia, así como todo lo necesario para mantener sus armas en perfecto estado. Allí apenas había vida, tan solo algunas plantas que se polinizaban con el viento y que no requerían ninguna fertilidad en el suelo. Era un lugar realmente inhóspito donde las rocas parecían tener vida.
En uno de sus interminables recechos, Joan sintió un lejano rugido. Se dirigió hasta el lugar del que saliera aquel sonido. No reparó en que el león poseía unas grandes alas de mariposa y que podría volar. Así debió de ocurrir porque Joan volvió a sentir el rugido del león, esta vez, a escasos metros de su espalda. Sabía que había llegado el momento. Bajó su fusil, cerró los ojos y esperó a que león y mariposa acabaran con el peor de los depredadores. La voluntad de Joan el cazador se cumplió y pasó a formar parte de su propia lista de trofeos.
Alberto Villares.

miércoles, 19 de junio de 2013

Inaugurando el blog con un relato de un caminante.

PATXARÁN



Se trata de una bebida alcohólica a base de ciruelas silvestres, llamadas endrinas, que produce una graciosa verborrea, al principio, y una desagradable resaca, al final. Es lo que le contaba su padre a Jesús, un joven aldeano dedicado a la vida pastoril. Apenas era un niño cuando, a escondidas, ya cataba aquellos dulces licores. Su padre salió de casa una tarde, totalmente ebrio, y nunca más volvieron a saber de él.
Cuando recordaba la primera vez que lo probó se partía de risa. Fue un día de hace más de veinte años en que se cogió tal cogorza a escondidas, que trepó hasta el lomo de un carnero, enroscó sus dedos con fuerza entre sus lanas, y el animal comenzó a dar saltos hasta que consiguió tirarlo de bruces en el interior de una pesebrera.
Una tarde, Jesús, tras una considerable ingesta del preciado licor, quiso caminar hasta llegar a la luna, que aquella noche estaba llena. A medida que ascendía la sierra por un senderito daba sorbos y no le quitaba ojo a la gran esfera luminosa. Sentía pinchazos a la altura del pecho que le ascendían hasta la cabeza y rigidez en piernas y pies. Cada paso que daba le costaba más que el anterior. Sus dedos parecían alargarse y sus brazos alzarse en forma de candelabro. Había perdido el control sobre su cuerpo pero no desistía en su ascenso y la luna parecía burlarse de la gran dificultad con que caminaba.
Finalmente ocurrió que sus pies quedaron clavados en la tierra, sus piernas solapadas, sus brazos como petrificados y sus dedos prolongados y colgantes. Sus ojos reflejaron la luz de la luna y, al amanecer, en lugar de Jesús allí tan solo había un hermoso endrino junto a otro mucho más grande y tortuoso.

Alberto Villares.