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sábado, 8 de noviembre de 2014

Un relato culinario

Espero que os guste este relato en el que trato la incomunicación en la pareja y cómo nos abrimos sin tapujos fuera de ella:


TE CONFIESO

 Las confesiones de pareja son como las confesiones entre amantes. Y como las que puedas tener con cualquier persona desconocida. Las confesiones no existen por imperativo dogmático sino a petición de. Somos los seres vivos los que buscamos un confesor. En la cama, en la barra de un bar o arrodillados frente a un cubículo de madera vieja. Necesitamos confesar aquello que no podemos gritar a los cuatro vientos. Necesitamos contar que nos hemos salido del riel. Que hemos hecho trampa. 

Mi novio me confiesa que ha visto una promoción interesante. Un dúplex con cinco habitaciones: la nuestra, el despacho de cada uno, y las habitaciones de los niños. Porque tendremos dos, ¿verdad, cariño? –Le respondo que sí, mientras sigo buscando el botecito del colorante para alegrar la paella. 

Tiene dos cuartos de baño, o tres, no lo recuerdo. El nuestro, el de los niños y otro para los invitados. –Continúa su confesión mientras, con la cuchara de palo, me aseguro que ningún mejillón quede fuera del caldo. Odio que los mejillones queden secos. El chup chup de la paella me hipnotiza mientras mi chico sigue hablando. 

Y el precio está de maravilla. Es una ganga. Son X y, de entrada, ¡sólo tendríamos que pagar Y! Podemos hacer la reserva cuanto antes. Ya sólo les quedan dos por vender. Claro cariño –le respondo, mientras apago el fuego y reviso el folleto del dúplex. Nuestro nidito, según dice. 

Dos horas más tarde quedo con mi amante para tomar café y confesarme. Soy atea pero hace muy bien su papel de confesor, entro otras cosas. 

Yo creo que se ha vuelto loco. Lo tiene todo pensado, ¡incluso el número de hijos que vamos a tener! Me fue imposible dar bocado mientras no paraba de hablar. Que si las habitaciones, las calidades, las puertas de roble… Creo que pude contar el número de granos de arroz que había en el plato. Bueno, estoy exagerando, pero sí que había cinco mejillones y dos cigalas. No paraba de hablar mientras mi arroz se enfriaba. Se comió dos platos con verdadero ansia, mientras yo observaba mi plato, cada vez más frio. Al final tuve que tirarlo. – Él me escucha, mientras el tin tin de la cucharilla le hipnotiza haciendo espirales en la espumilla del café. 

Se ha vuelto loco, ¿no crees? – No respondió, tan sólo dejó escapar: aún disponemos de dos horas antes de que llegue mi mujer. Estarás muerta de hambre. Te llevaré a comer algo. 


 Alberto Villares. 

 Taller de cuento, lunes 3-Nov-2014 
Consigna: Algo que transcurre en dos horas.

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