(Imagen de la red) |
SOY UN CERNÍCALO
(Antiguo relato que me ha parecido oportuno desempolvar)
Desperté y tenía el cuerpo cubierto de plumas. Era algo extraño, muy extraño. En mi vida me había ocurrido nada igual. Del cuello para abajo tenía el aspecto de un ave de presa: largas plumas remeras en las manos, abanico de timoneras que salían de mi rabadilla, mis pies estaban como escamados y tenían unas garras muy afiladas. El pecho lo tenía cubierto de claras plumas moteadas. Como me gustan las aves, pude adivinar que me había convertido en un cernícalo. Sí, uno de esos que se ciernen sobre los campos en busca de pequeñas presas.
Como podréis imaginar, ni se me pasó por la cabeza salir a la calle con semejante aspecto. Además mi tamaño también se había reducido considerablemente hasta llegar al tamaño real del ave. Aguanté hasta la noche para meterme otra vez en la cama (en realidad me posé sobre un brazo del sofá), y confiando en despertar al día siguiente habiendo concluido mi metamorfosis.
Al cabo de ocho horas, pues soy muy dormilón, abandoné mi posadero y de un vuelo me coloqué sobre el lavabo, frente al espejo. Era increíble, no podía creerlo. ¡Ya era un cernícalo completo! Mi cabeza estaba emplumada, mis ojos eran de un negro azabache y, por boca y nariz, tenía un imponente pico. Volé ansioso hasta el salón y allí di varias vueltas en círculo. ¡Cómo me cernía sobre el mando de la tele! Me asustaba de mis propias garras. ¿Y mi vista? ¡Podía leer con perfección un libro colocado a más de diez metros de distancia!
Pasaron las horas, comencé a sentir hambre y me encontré con un serio problema. Como ya era un cernícalo completo, no podía abrir la nevera ni la puerta del armario de la despensa, la puerta de la calle, abrir una ventana, un grifo, y tampoco utilizar el teléfono para pedir ayuda. Incluso había perdido el habla y tan sólo podía emitir un extraño chillido: kii-kii-kii.
Llevo así más de tres días y ya sólo deseo despertar una mañana, mirarme al espejo, y comprobar que vuelvo a ser un ser humano. De lo contrario moriré de hambre o de sed. Quién sabe si esta noche, por fin, será la definitiva.
Alberto Villares
Tienes más Metamorfosis en este mismo blog. Saludos y abrazos múltiples a discreción.