A todos deciros que muchísimas gracias por participar en esta convocatoria juevera que me animaron a llevar. Confieso que ha sido un poco estresante, pero ha merecido la pena. Me ha sorprendido la cantidad de personas que habéis participado. Como no tengo Facebook no puedo anunciaros quien llevará la próxima. Y ahora, mi relato:
EL SALTAMONTES
Rebusco entre el bote de lapiceros con mis dedos. Escojo un lápiz pero no tiene punta. Abro el cajón que tengo bajo la mesa, busco un sacapuntas y, como no podía ser de otro modo, procedo a sacarle punta al lapicero. Esta operación produce un ruido que me recuerda al de un saltamontes.
Ocurrió cuando era niño. Los encontraba entre el pasto cuando salía al campo con mi amigo. Cogíamos delicados y verdosos saltamontes. En realidad los había de distintos tamaños y distintos colores. Tenían largas patas traseras y alas. Mi amigo me decía que, en verano, eran el alimento favorito de las perdices y de los alcaudones. Al ser un alimento muy proteico son imprescindibles para que puedan criar a sus pollos, me decía.
Desde hace algunas décadas se empezaron a usar insecticidas en los campos. Decían que había que aumentar la productividad del campo. Que las tierras no eran competitivas.
Acabé de escribir un relato y salí a dar un paseo por el campo que hay frente a mi casa. Ya no vuelan las perdices ni los alcaudones. Dejaron de verse hace años. Perdices y alcaudones ya no vuelan porque tampoco vuelan los saltamontes. También dejaron de verse hace años. ¿A qué les recordará a mis hijos el sonido de un sacapuntas?
Alberto Villares.