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sábado, 23 de enero de 2016

Este jueves... Sucedió a bordo de...

Esta semana nuestro amigo Pepe nos anima a participar con un relato sobre algo ocurrido a bordo de... Espero que disfrutéis con mi aportación y con las vuestras, que podréis ver en la casa de Pepe.



Pues mi relato trata de una anécdota que me ocurrió a bordo del Apollo 13. Aquella mañana, calurosa por cierto, a Rogelio, el gallego, se le ocurrió que, como despedida, fuésemos a la cantina del Centro Espacial Kennedy. Imaginaos, mi cohete salía en apenas dos horas y allí estaba, en la cantina, con mi traje de astronauta, y con el Rogelio. 

Yo solo quería una infusión, una manzanilla o un poleo de esos. Comprendedme, ¡me iba al espacio! En fin, que el jodido Rogelio, el gallego, ni corto ni perezoso, se puso a pedir copas de sol y sombra*. Menos mal que Paco, nuestro querido tabernero del Centro Espacial Kennedy, nos ponía patatas fritas de bolsa y unos mejillones en escabeche por encima, ¡Joder, qué ricos! 

Y allí estábamos, totalmente borrachos, porque he de deciros que nos bebimos la botella empezada de anís del mono que Paco, nuestro querido tabernero, guardaba para ocasiones especiales. Comprendedme, ¡me iba al espacio! En fin, que subimos, Rogelio y yo, cantando un particular Asturias patria querida, a la cabina del Apollo 13. 

Todo salió como lo acordado. Entramos en órbita. Me costaba moverme por culpa del peso del traje y por el pedo que llevaba encima. De repente recordé que Rogelio, el gallego, también había subido al Apollo 13, pero sin traje de astronauta. Vamos, que la palmó en poco tiempo. Y a mí, lo primero que se me ocurrió fue abrir la escotilla alfa123a, y tirarle al espacio. Así que ahora, cuando me emborracho, suelo acabar cantando el famoso Hay un gallego en la luna. 


*Es una popular bebida alcohólica mezcla de coñac (sombra) y anís (sol), en la misma proporción y en una copa de pequeño tamaño. 

Alberto Villares