Y ahí estaba yo, tocando hasta siete instrumentos a la vez. La verdad que, esto de ser hombre orquesta, no es nada fácil, y no está pagao, pero te lo pasas bomba. El problema es el verano, cuanto más trabajo tengo, con las fiestas de los pueblos. Bolo tras bolo. Todo el verano haciendo bolos. Aunque también tiene su encanto, porque te suelen invitar a comer caldereta de esa que hacen con alguna pobre vaquilla. La vida del hombre orquesta es dura, no como la del hombre bala o la del hombre lobo. No, ellos no necesitan hacer uso de la pericia que gasto yo. Tocar siete instrumentos, ja! Incluso me acuerdo, de cuando era pequeño, de un tal hombre mosca. Qué feo que era cuando se transformaba en el bicho aquél.
Yo la verdad que siempre mostré una sensibilidad especial por la caldereta de vaquilla, perdón, por la música. Toco siete instrumentos porque es el número de la suerte en la cultura cristiana. Que en los pueblos son muy beatos y esas cosas les gustan, o éso creo. Dicen que al séptimo día descansó. Pues yo, de descanso ná, porque mis bolos veraniegos suelen ser en domingo. Los domingos en los pueblos están como más de buen rollo, y te acaban dando ración doble de caldereta de vaquilla. Y con su toque de vino tinto y todo. ¡Qué rica está!
Bueno, os voy a ir dejando, que dentro de un rato tengo un bolo y se me enfría la caldereta, que en este caso es de venao, pero muy rica también. Tendré que lavarme bien los dedos, que con tanto chupetear los huesos voy a dejar perdidos mis valiosos instrumentos. Hoy los hartaré con el bombo, que lo toco con el pié.
FIN
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