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lunes, 4 de noviembre de 2013

Un hombre, una mujer y una vaca en una balsa.

LA DOTE
Dicen que del amor al odio hay un paso. Es lo que les pasó a un joven oficial del ejército norteamericano y a su amada vietnamita, durante la famosa contienda que ambas naciones libraron en los años sesenta. El soldado se enamoró tan fuerte de la chica que tuvo que desertar para casarse con ella. La boda fue por el rito vietnamita y no faltaron flores de loto ni ofrendas a los ancestros. La dote que recibió la chica fue una vaca. Como el soldado había desertado, decidieron empezar una nueva vida al otro lado del océano. Los habitantes de la aldea construyeron una gran balsa y la equiparon con todo tipo de útiles de supervivencia y víveres, incluida la dote de la chica: la vaca.
Se embarcaron y permanecieron a la deriva durante seis días. Se abrazaban, besaban y, con cierta inquietud, miraban a la vaca. El animal, que no se amilanaba, les sostenía la mirada. El ex soldado le dijo a su esposa que, al llegar a tierra, podrían matar a la vaca para obtener unas primeras rentas con la venta de la carne; a lo que la bella vietnamita, no sin fruncir el ceño, respondió que no. Propuso a su marido que la vaca sería utilizada en las labores agrícolas como animal de tiro.
Durante todo el séptimo día la pareja estuvo discutiendo sobre el destino de la vaca. Él llegó incluso a buscar el cuchillo que utilizaría para despiezarla. Ella también localizó el azadón que sería acoplado a la vaca para labrar las tierras. La vaca, cada vez más tensa y sintiéndose víctima de la contienda matrimonial, decidió ignorar a la pareja y afinó la vista en busca de algún atisbo de tierra firme.
El ex soldado, presa de su propio orgullo, comenzó a afilar el cuchillo mientras miraba maléficamente a la vaca; la bella asiática, por su parte, cogió el azadón de forma defensiva mientras miraba a los ojos de su marido.
Ocurrió que la vaca, al intuir el verdor de tierra firme, emitió un mugido y se lanzó al agua. La pareja, azadón y cuchillo en mano, miró pasmada cómo la vaca se alejaba nadando lentamente. Nadie volvió a saber de ellos ni de la vaca.

Alberto Villares

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