EL HUEVO DE COLÓN
Un huevo es un hallazgo que suele causar alegría en su descubridor por los réditos alimenticios que le aportará, salvo en el caso que os voy a relatar. Tal vez haya que ponerle un poco de imaginación para creer lo que les ocurrió a cinco amigos en el mismísimo puente de Segovia, en Madrid.
Los chicos venían de disfrutar la prolongación de una animada cena en el centro de la ciudad. Era de madrugada y debían ser entre las cuatro y las cinco de la mañana. La noche había sido de lo más divertida y los chicos caminaban a sus casas entre cánticos, exaltaciones de amistad y bravuconerías. Todos pusieron su atención, o al menos lo intentaron, en el objeto que uno de ellos, Iván, les señalaba. Era un huevo gigante de unos cinco metros de altura. Los cinco amigos se acercaron al huevo con lentos movimientos y la boca totalmente abierta. Acercaban la mano para tocarlo pero la retiraban rápidamente. Juanillo fue el primero que puso la mano sobre el huevo, lo que provocó que el huevo rodara y cayera sobre Eduardo, que se encontraba al otro lado. Los cuatro retiraron el huevo de encima de Eduardo pero rodó y aplastó la pierna de Toño. Sus gritos de dolor eran insoportables. Juanillo y Javi retiraron como pudieron el huevo para rescatar la pierna de Toño. Iván, que se encontraba socorriendo el aplastamiento de Eduardo, no pudo ver cómo el huevo, tras volver a rodar, le golpeaba fuertemente en la espalda. Juanillo retiró como pudo el gran huevo de encima de Iván, con tan mala suerte que el huevo volvió a rodar y volvió a aplastar la pierna de Toño y el brazo de Javi, que se encontraba socorriéndole. Juanillo retiró el huevo de encima de la pierna de Toño y el brazo de Javi. Al soltar el huevo para socorrerles este volvió a caer; esta vez sobre los tres.
Tras la paliza que aquel huevo propinó a los cinco jóvenes surgió una mano enorme que, bajando del cielo, cogió el huevo y, de golpe, lo colocó de pié. Y una voz celestial que decía: “después de vista la hazaña, cualquiera sabe como hacerla”. Los servicios de emergencias atendieron a los cinco jóvenes mientras, navegando por el Manzanares, pasaron los espectros de dos carabelas y una nao.
Alberto Villares. 21/10/2013
Me encanta ese final. No puedo dejar de imaginar las Carabelas y la Nao surcar el río pasando tras el puente de Segovia.
ResponderEliminarUuuuuh, que viene el coco. Madre mía con la imaginación fructífera, amigo Alberto. Un bravo para ti.
ResponderEliminarAbrazo y café.
Jajaja no sabía que el huevo de Colón había aterrizado en los madriles.
ResponderEliminarMuchas gracias, la verdad que muchas veces subestimamos el poder de la mente. Tal vez seamos capaces de hacer aterrizar al huevo de Colón incluso en lo más alto del Kilimanjaro. Con permiso del Señor Heminway.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato original, divertido, imaginativo, con un buen principio y un final espectacular con la mano enorme que sale del cielo y coloca el huevo en su sitio, la voz y las carabelas bajando por el Manzanares! Te has lucido Alberto. Un beso.
ResponderEliminarAlbertario, Albertario... Menudo personaje estás hecho, muy imaginativo el relato, jejeje... Fdo: Un Toñín
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