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domingo, 18 de noviembre de 2018

Convocatoria juevera: El viaje de tu vida.

Hola de nuevo amiguitas y amiguitos. Para esta convocatoria juevera de 22 de Noviembre de 2018, me presto para persuadirles a escribir sobre ése viaje que tanto nos marcó o que tanto deseamos hacer y que aún no hemos hecho. Ése antes y después que nos deja el regreso. La mente más abierta para conocer y aceptar a los demás a pesar de nuestras diferencias. Éso sí, no hay que olvidar la huella que dejamos en el planeta, así que, a escribir les animo y espero en esta casa. Y el que viaje que plante un árbol, por contaminar.

Las recomendaciones jueveras de rigor: publicar el jueves y no exceder de 300 palabrejas, a ser posible. 


Fotografía de internet









jueves, 15 de noviembre de 2018

Este jueves... el trabajo, una maldición bíblica.

Imagen de internet



LA TORRE 

Pues como le he ido contando desde que le conocí, que podría haber sido ayer o hace quince minutos, toda esta torre de ladrillos que tiene ante sus ojos la he levantado yo solito con mis manos. Cierto es que, cierto día, diseñé unas manos cuatro veces más grandes que las mías, para poder coger los ladrillos de cuatro en cuatro, ¿sabe usted? Y cierto es también que, cierto día, tuve que diseñar unas piernas cuatro veces más largas que las mías, para no tener que usar la escalera. Que uno tiene ya muchos años, ¿sabe usted? Por cierto, ¿usted de dónde viene, si no es indiscreción? 

No la es. Vine hace diecisiete años desde mi querida Guinea Ecuatorial. Allí trabajaba de sol a sol, como dicen ustedes, porque, como soy pigmeo, no me querían para muchos trabajos debido a mi corta estatura. Por cierto, que mi mujer y mis hijos tienen que estar preocupados por mi larga ausencia del hogar desde, ¿esta mañana? 

Claro, claro, y disculpe que le haya entretenido con mi verborrea, ¿dónde le dejo? 

Pues puede dejarme aquí abajo junto a la base de su querida torre. Muchas gracias, que tenga un gran día y que acabe pronto su magnum opus

Claro hijo, claro, salut! 

Arrivederci! 

¿Por qué se despide usted en italiano? 

¿Y usted en francés? 

Buena pregunta-respuesta. Vaya con Diós. 

¡Grazie grazie! 

¿Por qué me vuelve a hablar en italiano? 

Porque, en realidad, soy arquitecto italiano y he venido enviado por una multinacional para espiarle a usted; copiar el diseño de sus manos y piernas cibernéticas, y venderlas al mejor postor. Será toda una revolución para la construcción. 

En cuanto me baje de mis piernas cibernéticas le daré a usted un sonoro puñetazo. 

Ya, ya, para eso tendrá que echarme el guante. Arrivederci! 


Alberto Villares

Puedes disfrutar y gozar aún más con otros relatos en el hogar de nuestro amigo PEPE
Y un fuerte abrazo para el pueblo pigmeo, faltaría más. 

viernes, 29 de septiembre de 2017

Este jueves... ¡Música, maestros!


Y ahí estaba yo, tocando hasta siete instrumentos a la vez. La verdad que, esto de ser hombre orquesta, no es nada fácil, y no está pagao, pero te lo pasas bomba. El problema es el verano, cuanto más trabajo tengo, con las fiestas de los pueblos. Bolo tras bolo. Todo el verano haciendo bolos. Aunque también tiene su encanto, porque te suelen invitar a comer caldereta de esa que hacen con alguna pobre vaquilla. La vida del hombre orquesta es dura, no como la del hombre bala o la del hombre lobo. No, ellos no necesitan hacer uso de la pericia que gasto yo. Tocar siete instrumentos, ja! Incluso me acuerdo, de cuando era pequeño, de un tal hombre mosca. Qué feo que era cuando se transformaba en el bicho aquél. 

Yo la verdad que siempre mostré una sensibilidad especial por la caldereta de vaquilla, perdón, por la música. Toco siete instrumentos porque es el número de la suerte en la cultura cristiana. Que en los pueblos son muy beatos y esas cosas les gustan, o éso creo. Dicen que al séptimo día descansó. Pues yo, de descanso ná, porque mis bolos veraniegos suelen ser en domingo. Los domingos en los pueblos están como más de buen rollo, y te acaban dando ración doble de caldereta de vaquilla. Y con su toque de vino tinto y todo. ¡Qué rica está! 

Bueno, os voy a ir dejando, que dentro de un rato tengo un bolo y se me enfría la caldereta, que en este caso es de venao, pero muy rica también. Tendré que lavarme bien los dedos, que con tanto chupetear los huesos voy a dejar perdidos mis valiosos instrumentos. Hoy los hartaré con el bombo, que lo toco con el pié.

FIN

Tienes más relatos musicales en casa de nuestra amiga Roxana, haciendo clic en este enlace.


jueves, 9 de marzo de 2017

Este jueves... Bon apéttit

Esta semana es nuestra amiga Matices quien nos persuade la creatividad para que escribamos un relato, a ser posible, culinario. Aquí os dejo mi aportación:



BON APÉTTIT 

Una mañana primaveral, me encontraba dando un paseo con mi amigo Godofredo (nombre ficticio para preservar su identidad) por una calle pintoresca de una ciudad apacible (nada de chovinismos). Tras el agradable paseo, seguimos la jornada pensando dónde podríamos apaciguar nuestras ruidosas entrañas. Entramos en un mesón especializado en cocer cocidos. Yo tuve claro lo que pediría: cocido. En cambio, Godofredo se empeñó en pedir pato a la sangre (canard au sang), que había probado en París. “Caballero, aquí sólo cocemos cocido…” le dijo el camarero, cuando Godofredo puso sobre la mesa un taco de billetes de cincuenta euros. En ése momento, el camarero buscó a la chef. La chef entró en las cocinas y dijo: “un taco de billetes de cincuenta euros para quien cocine un pato a la sangre. Compré uno ayer y está en la nevera pequeña que tiene el imán con forma de pato”. En la cocina había un pinche marroquí que había trabajado en París. El caso es que, Said, que así se llamaba, cocinó un sabroso pato a la sangre; se ganó un taco de billetes de cincuenta euros y lo repartió entre su familia para seguir trabajando de pinche. La chef, quedó satisfecha por haber cumplido con lo que más le gustaba: satisfacer al cliente. Godofredo se chupó los dedos y se gastó una pasta en ello. Y yo, no pude hacer menos que escribir un relato que pudo ser ficticio. 

Alberto Villares


Tienes más relatos gastronómicos, o no, en la casa de "Matices en la vida"