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jueves, 17 de abril de 2014

Este jueves..., Mara Laira



MARA-LAIRA 

Llevaba más de veinte minutos delante de una taza de café. No puedo precisar si era sólo o con leche. Miraba su teléfono móvil con regularidad. Entre él y yo había varias mesas vacías. Pudo sospechar de mi observación insistente pero no reparó en mí. 

Pocos minutos después llegó ella: Mara-Laira. Elegante y dejando una agradable fragancia tras de si. Al contrario que él, ella sí que reparó en mí. Se besaron en la mejilla. Entre ella y yo había varias mesas vacías, y él. 

El camarero le sirvió una taza de café, al que añadió un chorrito de leche. Ella lo removía y me miraba de forma furtiva como si él no existiera. 
Al rato, se excusó. Se levantó de la mesa, cogió su bolso y se alisó la falda negra con un estilo especial. Todo indicaba que iría al servicio y después volvería. Se dirigía a mí y me miraba como una leona sedienta de sangre. El sonido de sus tacones en cada paso. Su decisión de llegar hasta donde yo estaba. La excitación del momento era insuperable para mí. Con gran rapidez me levanté con intención de apagar el televisor. El botón de Apagado no funcionó, o tal vez fue mi otro yo quien decidió presionar el Pause. El rostro de él quedó parado y muy asustado. Alargaba la mano hacia nosotros como queriendo evitar algo. Nos besamos, la levanté la falda negra, saqué mi falo erguido y la penetré mientras apartaba sus bragas de encaje. El carmín de sus labios sabía a rosas de terciopelo y me embriagaba con el perfume de su cuello. 

No pude evitar lo ocurrido. Como acabo de relatar, tuve intención de apagar el televisor. Él tampoco pudo evitarlo. Alargó su mano para advertirme del peligro pero le petrifiqué. Ahora las cosas cambiarán en mi vida como cambiaron en la de aquel desdichado. Me había convertido en otro personaje de aquella telenovela fatal: Mara-Laira. Como aquel desdichado, todo el mundo fue testigo de lo ocurrido. Todo el mundo. 


Alberto Villares


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