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jueves, 4 de agosto de 2016

Este jueves... Un día en...

Esta semana es nuestra amiga Charo quien se ha ofrecido para conducirnos en esta convocatoria juevera. Nos anima a escribir sobre la primera vez que viajamos a algún sitio y la experiencia que tuvimos a lo largo de todo el día en aquel destino. Puedes ver más experiencias viajeras en su blog, ¿Quieres que te cuente? Y ahora, si te parece, puedes leer mi aportación:




Y SOMBRERO PANAMEÑO 

Siempre hay un algo que te hace evocar otro algo. En mi caso fue un viaje en metro. Iba a trabajar, y, cuando me disponía a bajar, me entretuve leyendo una de esas pegatinas que ponen dentro de los vagones para animar a los viajeros a leer. En su interior había un fragmento de un libro precedido por una ilustración algo cómica. Tal vez os estéis preguntando qué aparecía en aquella pegatina. 

Fue algo difícil de explicar, ya que, en realidad, fue algo más premonitorio que evocador. Por un instante, aquella ilustración se convirtió en una especie de ventana con vistas a mi futuro yo, como una de esas bolas de cristal que sacan las brujas y brujos en la tele. El caso es que me pude ver de mayor, a una edad de jubilación aproximadamente. En la ilustración aparecía un señor sentado en la terraza de un paseo marítimo, con traje de lino y sombrero panameño, y disfrutando de una copa de vino mientras la brisa marina le acaricia la barba canosa de varios días. 

Sonó el pitido que indica el cierre de puertas y me precipité a salir. Acudí a mi puesto trabajo y no pude quitarme aquella imagen de la cabeza en todo el día. Sin ninguna duda era yo, porque mi capacidad para fantasear así lo aseguraba. Podría vivir tranquilo sabiendo que llegaría hasta la jubilación, como mínimo, y que viviría junto al mar, o que lo visitaría regularmente. Tendría el privilegio de disfrutar del mar fuera de temporada alta, pues aquella premonición sugería tiempo primaveral u otoñal. Y así pasé todo el día, hasta que me acosté, fantaseando sobre aquel señor con sombrero panameño al que la brisa marina le acariciaba la barba canosa. 


Alberto Villares

jueves, 28 de abril de 2016

Este jueves..., esculturas al aire libre


Esta semana, por no repetirme con lo de Este jueves, es nuestra amiga Molí, en su blog Molí del canyer, quien nos anima a escribir sobre esculturas al aire libre. La verdad que últimamente no ando sobrado de creatividad, imagino que por culpa del trabajo. Después de varias semanas de silencio, aquí os dejo mi aportación. Espero sea del agrado de sus lectoras y lectores.

(Imagen de la red)


Me vino a la cabeza mientras paseaba por un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, y me topé con una estatua del famoso mono de Anís del mono, y me hizo recordar algo que me había ocurrido no hacía mucho tiempo, allá en Madrid. Os lo cuento:

Eran las siete de la tarde en plena plaza de la Puerta del Sol, de un bullicioso Madrid. En una esquina de la plaza, cerca de la calle del Arenal creo recordar, había un mimo de esos que te hacen una mueca o se mueven como un resorte si les echas una moneda. El caso es que, más que mimo, era una mima, que cada vez que la echaban una moneda se quitaba una prenda de vestir. Había congregado gran expectación masculina, dado que había llegado hasta su ropa interior. En efecto, con la próxima moneda se desprendería del sujetador o de las bragas, muy bonitas por cierto. El problema fue que ninguno de los asistentes, por mucho que nos buscábamos, teníamos moneda alguna en nuestros bolsillos. Y no es que no tuviéramos monedas, sino que ¡no teníamos la cartera encima!

El motivo de semejante pérdida monetaria fue que, la mima, tenía una mona de berbería adiestrada que nos había estado robando las carteras y monedas de los bolsillos. ¿Que por qué no nos dimos cuenta del hurto?, pues porque todos teníamos clavada la mirada en lo mismo. 

La mima abandonó su postura pétrea, acarició a la mona ladrona con mirada cómplice, y nos dijo que recuperaríamos  nuestras carteras. Sólo teníamos que hacer una cosa, quedarnos en calzoncillos. Mientras nos desnudábamos la mona nos iba devolviendo la cartera, así como demás enseres, de uno en uno. El animal había memorizado a quien pertenecía cada objeto. Y mientras nos quedábamos en calzoncillos, la mima se iba poniendo toda la ropa que se había quitado, sacó un pequeño espejo, y se pintó los labios gozando de tener todo un harén de hombres desnudándose para ella.

Todos estábamos allí casi desnudos y con la mirada clavada en las losas de piedra de la pavimentada plaza, ya que el pudor nos impedía levantar la mirada y sentirnos observados por la muchedumbre, más femenina que masculina. Y, poco a poco, iban cayendo monedas a nuestros pies. Eran las mujeres que nos animaban a quitarnos los calzoncillos, muy variopintos por cierto. Pasamos tanta vergüenza y nos sentimos tan humillados que nunca más volvimos a mirar a las mujeres como a un trozo de carne. Ni a las monas de berbería. Menudos bichos listos. Se merecen una estatua al aire libre ;-)

P.D.: Confieso que la estatua en honor al Anís del mono está en Badalona, situada en las cercanías de la fábrica de dicha bebida espirituosa.


Alberto Villares


Espero haber contribuido a que tu día haya sido un poquito mejor después de haber leído esta historia, que pudo ser cierta, ¿o me ocurrió de verdad? No lo recuerdo. 

sábado, 9 de abril de 2016

Este jueves... Preguntitas


Este jueves es nuestro amigo Alfredo quien nos invita a responder a quince preguntas sobre nuestro blog y otras quince preguntas sobre nosotros. Aquí dejo mis respuestas:

1.- ¿Lo del Blog, casualidad o causalidad?
Causalidad. Juan Carlos Celorio, compañero del Taller de Cuento, en ocasiones me hablaba de los blogs y los jueveros. A mí siempre me dio pereza hacerme un blog. Fue cuando Charo, también compañera del Taller de Cuento, se hizo también un blog para participar en los Jueves literarios cuando decidí probar, y me lancé al mundo juevero.
2.- ¿Escribir es una terapia global o sólo un tratamiento de andar por casa?
Es una terapia global contra la soledad, entre otras cosas. Para determinadas patologías es mejor buscar un especialista, aunque un blog siempre ayuda.
3.- Los libros viejos huelen a rancio y los nuevos a tinta fresca... ¿A qué huele un Blog? 
En mi caso leo más autores viejos que modernos. Tal vez soy yo quien huele a rancio jaja! Un blog, al igual que su autor, puede tener un olor a fresco o a rancio.
4.- ¿Es el Blog, un buen escondite para los tímidos? 
Por supuesto. Es una máscara contra el pudor de el cara a cara.
5.- ¿Tener un Blog y publicar en él, crea nuevas expectativas sociales? 
Totalmente de acuerdo. Se amplía, con el tiempo y ganas, el círculo de amistades y las expectativas de cada persona.
6.- ¿Escribir es una ciencia o un arrebato emocional? 
Ambas cosas, pero se necesita ése punto de arrebato. Es decir, que dominando solamente la teoría no te saldrá nada relevante, o eso creo.
7.- ¿A falta de lápiz y papel, bueno es un Blog? 
Para mí no. Soy incapaz de publicar un relato que no haya sido creado sobre un papel.
8.- ¿La inspiración tiene fecha de caducidad? 
No debería. La inspiración depende por completo de cada persona y de su estado emocional. Pero, al igual que una planta de casa, puede morir si no se atiende con regularidad.
9.- ¿Los Blogs se alimentan de la solidaridad? «Tú me comentas, yo te comento» y así nuestras respectivas páginas van engordando... 
Si. De nada o para muy poco sirve lo que publiquemos si no lo va a ver nadie. No se trata de engordar el blog, sino de hacerlo útil.
10.- Si oyes la palabra Blogodependencia, ¿qué te viene a la cabeza? 
Drogodependencia. Tal vez no es una dependencia al blog sino a otro tipo de satisfacción, como tampoco se puede ser adicto a una revista. Más bien te vuelves adicto a la opinión de los demás.
11.- ¿El Blog, como el vino, mejora con los años? 
No tiene por qué. Hay que trabajarlo.
12.- ¿Es el Blog un escondite para mostrar la verdadera cara o al contrario... no te puedes fiar de lo que parece políticamente correcto? 
Generalmente no me fío de lo políticamente correcto, aunque es necesario para no herir.
13.- ¿Un placer inconfesable sólo al amparo del Blog? 
Todos mostramos placeres inconfesables en nuestros relatos, sólo hay que saber buscarlos.
14.- ¿Qué tiene de mágico inventar escenas y personajes y llevarlas al papel? 
El desarrollo de la creatividad y el consuelo del desconsuelo. Nuestra esencia está en cada uno de nuestros personajes.
15.- ¿Por qué ocultarse tras un seudónimo? 
Porque es más personal que el nombre y apellidos. Al fin y al cabo, el pseudónimo lo elige uno mismo, mientras que el nombre y apellidos nos los pusieron otros.
16.- El vaso, ¿medio lleno o medio vacío? 
Medio lleno. La palabra vacío me aterra.
17.- ¿Qué lugar de tu ciudad no hay que dejar de conocer? 
A día de hoy me considero de varias ciudades, pero si tengo que elegir una me quedo con entrar a los jardines de Aranjuez a primera hora de la mañana o en otoño.
18.- ¿Qué lugar del Mundo no hay que dejar de conocer? 
Creo que recorrer buena parte del río Amazonas tiene que ser inolvidable.
19.- ¿Qué protagonista de película te gustaría ser? 
Complicada pregunta. Creo que el jesuita que interpreta Jeremy Irons en La misión.
20.- Un escritor antipático y una película imprescindible. 
Mario Vargas Llosa, con perdón. Y Apocalipse Now, de Francis Ford Coppola.
21.- Un libro, sólo uno. 
Pues se trata de un pequeño librito titulado El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono.
22.- ¿Relato corto o microrrelato? 
Me gusta todo relato que no se extienda innecesariamente. El microrrelato tiene su encanto.
23.- ¿Las penas con pan, son menos penas? 
En efecto.
24.- ¿De risa desbordante o sonrisa cómplice? 
Me quedo con la risa desbordante, sin hacer de menos la mordacidad de quien la domina.
25.- ¿En la soledad pides ayuda a las musas? 
Cada vez menos. Las dejo que vengan a verme cuando las plazca.
26.- ¿Cuántas velas iluminaron tu último pastel de cumpleaños? 
Dos. Una con un tres y otra con un siete.
27.- De 3 a 5 palabras (que no palabrotas) define el mundo actual. 
Solidario y extremadamente frágil.
28.- ¿Algún tatuaje, en tu piel, que no veamos a simple vista? 
Dos. Un dragoncito chino en la espalda y un caballo alado en el pie.
29.- ¿Qué no te gusta que te pregunten? 
Cada cuánto follo. No entiendo qué interés puede tener para los demás.
30.- ¿Qué faltó que te preguntara? 
Creo que de momento nada. El resto te lo cuento encantado mientras degustamos unas cervezas.




viernes, 12 de febrero de 2016

Este jueves... Una historia de fantasmas.

Esta semana, nuestra querida amiga Charo, nos anima a escribir sobre... Una historia de fantasmas. Espero que disfrutéis con mi aportación y con las vuestras, que podréis ver en la casa de Charo.



El salón estaba repleto de cazadores, y desbordado con el sonido de sus cucharas contra el plato. Degustaban unas migas mientras la cocinera, con la espumadera en el caldero grande, parecía dirigirlos como un director de orquesta. Voces, risas, vino (prohibido comer las migas con agua) y cucharadas en los platos de vidrio viejo. 

Entre conversaciones cruzadas y sonoras cucharadas, alguien hace un comentario que paraliza la escena. Alguno, nuevo en la cultura montera, ha mentado al ciervo blanco. Cállate hombre; Más cuidado con lo que se dice; Aquí se viene a lo que se viene, y el que quiera joder ¡puerta! Eran algunos de los comentarios que le lanzaron. 

El incauto se asusta por la crispación que ha provocado con su inocente comentario. En ese momento, suena el lento caminar de un animal grande. Sus pezuñas golpean con firmeza sobre el suelo del salón. Nadie habla. Todos, en silencio, se ponen de pie. Algunos incluso se cogen al antebrazo del de al lado. Un gran ciervo, blanco y con una maravillosa cuerna oscura, ha entrado en el salón. 

Aquel día, aquel incauto, supo que al ciervo blanco no se le nombra. Y no se le nombra porque aparece, y, por un momento, todos los presentes se ven los unos a los otros con el aspecto que tendrán el día de su muerte. 

Aquel día, aquel incauto, los vio a todos viejos, muy viejos. Y sintió la curiosidad de ver su aspecto frente a un espejo. Y le asustó ver que, su aspecto, no había cambiado. 


Alberto Villares

sábado, 23 de enero de 2016

Este jueves... Sucedió a bordo de...

Esta semana nuestro amigo Pepe nos anima a participar con un relato sobre algo ocurrido a bordo de... Espero que disfrutéis con mi aportación y con las vuestras, que podréis ver en la casa de Pepe.



Pues mi relato trata de una anécdota que me ocurrió a bordo del Apollo 13. Aquella mañana, calurosa por cierto, a Rogelio, el gallego, se le ocurrió que, como despedida, fuésemos a la cantina del Centro Espacial Kennedy. Imaginaos, mi cohete salía en apenas dos horas y allí estaba, en la cantina, con mi traje de astronauta, y con el Rogelio. 

Yo solo quería una infusión, una manzanilla o un poleo de esos. Comprendedme, ¡me iba al espacio! En fin, que el jodido Rogelio, el gallego, ni corto ni perezoso, se puso a pedir copas de sol y sombra*. Menos mal que Paco, nuestro querido tabernero del Centro Espacial Kennedy, nos ponía patatas fritas de bolsa y unos mejillones en escabeche por encima, ¡Joder, qué ricos! 

Y allí estábamos, totalmente borrachos, porque he de deciros que nos bebimos la botella empezada de anís del mono que Paco, nuestro querido tabernero, guardaba para ocasiones especiales. Comprendedme, ¡me iba al espacio! En fin, que subimos, Rogelio y yo, cantando un particular Asturias patria querida, a la cabina del Apollo 13. 

Todo salió como lo acordado. Entramos en órbita. Me costaba moverme por culpa del peso del traje y por el pedo que llevaba encima. De repente recordé que Rogelio, el gallego, también había subido al Apollo 13, pero sin traje de astronauta. Vamos, que la palmó en poco tiempo. Y a mí, lo primero que se me ocurrió fue abrir la escotilla alfa123a, y tirarle al espacio. Así que ahora, cuando me emborracho, suelo acabar cantando el famoso Hay un gallego en la luna. 


*Es una popular bebida alcohólica mezcla de coñac (sombra) y anís (sol), en la misma proporción y en una copa de pequeño tamaño. 

Alberto Villares