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sábado, 29 de marzo de 2014

Cierre de convocatoria y mi relato

A todos deciros que muchísimas gracias por participar en esta convocatoria juevera que me animaron a llevar. Confieso que ha sido un poco estresante, pero ha merecido la pena. Me ha sorprendido la cantidad de personas que habéis participado. Como no tengo Facebook no puedo anunciaros quien llevará la próxima. Y ahora, mi relato:





EL SALTAMONTES

Rebusco entre el bote de lapiceros con mis dedos. Escojo un lápiz pero no tiene punta. Abro el cajón que tengo bajo la mesa, busco un sacapuntas y, como no podía ser de otro modo, procedo a sacarle punta al lapicero. Esta operación produce un ruido que me recuerda al de un saltamontes. 

Ocurrió cuando era niño. Los encontraba entre el pasto cuando salía al campo con mi amigo. Cogíamos delicados y verdosos saltamontes. En realidad los había de distintos tamaños y distintos colores. Tenían  largas patas traseras y alas. Mi amigo me decía que, en verano, eran el alimento favorito de las perdices y de los alcaudones. Al ser un alimento muy proteico son imprescindibles para que puedan criar a sus pollos, me decía.

Desde hace algunas décadas se empezaron a usar insecticidas en los campos. Decían que había que aumentar la productividad del campo. Que las tierras no eran competitivas. 

Acabé de escribir un relato y salí a dar un paseo por el campo que hay frente a mi casa. Ya no vuelan las perdices ni los alcaudones. Dejaron de verse hace años. Perdices y alcaudones ya no vuelan porque tampoco vuelan los saltamontes. También dejaron de verse hace años. ¿A qué les recordará a mis hijos el sonido de un sacapuntas? 

Alberto Villares.

martes, 25 de marzo de 2014

Los vuelos van viniendo

Poco a poco van llegando vuestros vuelos, en el sentido caprichoso que vuestra imaginación haya deseado, para ser disfrutados y comentados por quienes así lo deseéis:

























Aclaración: algunas personas como Cristina o Cecy no publicarán su relato hasta el jueves. Por si habéis entrado en sus blogs y no habéis encontrado sus relatos.









































Muchas, muchas y cien mil veces muchas gracias. Gracias!















domingo, 23 de marzo de 2014

Mi primera convocatoria juevera



Voy a aventurarme a llevar una convocatoria juevera. No llevo mucho tiempo con vosotras y vosotros pero confieso que esto "engancha", o sois vosotros y vosotras a los que me he enganchado. 

Sí, quién no ha soñado alguna vez con volar. Una sensación de ligereza, de silencio, de brisa en nuestra cara. Algunas personas llegan incluso a materializar el deseo de volar: pilotando aviones, helicópteros y saltando en paracaídas. Lo llamamos deporte de riesgo, cuando las personas que lo practican tal vez sólo sientan un placer indescriptible. 



Nuestro vuelo puede ser de la manera que más nos apetezca. Incluso podemos ser una de esas grandes aves planeadoras como las cigüeñas, águilas o buitres. Ya sea con alas emplumadas o al mando de algún tipo de aparato fantástico, demos rienda suelta al gran don de la imaginación. 

¡A volar!


viernes, 7 de marzo de 2014

Este jueves... Mascotas.


EL MILAGRO DE PIRRI
Tenemos un loro que nos tiene a todos encandilados. Se llama Pirri y yo Julio Martínez Medina. Al resto de la familia no os lo presento.
Pirri pasa mucho tiempo sólo en casa y, para que no enloquezca, tiene un espejito dentro de la jaula.
Yo paso mucho tiempo sólo en casa y, para que no enloquezca, mi familia trajo a Pirri a casa.
En ocasiones, Pirri se mira al espejito y, con su acento loril, repite cansinamente: espejito espejito, espejito espejito, espejito espejito. Entonces, yo, miro a Pirri, y con mi acento socarrón de los madriles, le repito cansinamente: espejito espejito, espejito espejito, espejito espejito.
En una ocasión, y sólo en una ocasión, llegué a creer que mi familia trajo a Pirri a casa para que yo enloqueciese. Y le pusieron un espejito dentro de la jaula para que él no enloqueciera.
Abandoné esta hipotética hipótesis el día que vi a toda mi familia mirando a Pirri. Todos, al unísono, le imploraban lo que se había convertido en una especie de letanía dentro del núcleo familiar: espejito espejito, espejito espejito, espejito espejito. Y Pirri lo repetía al instante.
Como ya había abandonado mi seria sospecha, relajé mi psique y, todos los miembros de la familia, cada uno frente a un espejo, comenzamos una gran conversación que nos cambió para siempre.

Alberto Villares.

Tienes más historias mascotiles en el blog de la guapa Charo ¿Quieres que te cuente?

lunes, 3 de marzo de 2014

Una metamorfosis


SOY UN CERNÍCALO
Desperté y tenía el cuerpo cubierto de plumas. Era algo extraño, muy extraño. En mi vida me había ocurrido nada igual. Del cuello para abajo tenía el aspecto de un ave de presa: largas plumas remeras en las manos, abanico de timoneras que salían de mi rabadilla, mis pies estaban como escamados y tenían unas garras muy afiladas. El pecho lo tenía cubierto de claras plumas moteadas. Como me gustan las aves, pude adivinar que me había convertido en un cernícalo. Sí, uno de esos que se ciernen sobre los campos en busca de pequeñas presas.
Como podréis imaginar, ni se me pasó por la cabeza salir a la calle con semejante aspecto. Además mi tamaño también se había reducido considerablemente hasta llegar al tamaño real del ave. Aguanté hasta la noche para meterme otra vez en la cama (en realidad me posé sobre un brazo del sofá), y confiando en despertar al día siguiente habiendo concluido mi metamorfosis.
Al cabo de ocho horas, pues soy muy dormilón, abandoné mi posadero y de un vuelo me coloqué sobre el lavabo, frente al espejo. Era increíble, no podía creerlo. ¡Ya era un cernícalo completo! Mi cabeza estaba emplumada, mis ojos eran de un negro azabache y, por boca y nariz, tenía un imponente pico. Volé ansioso hasta el salón y allí di varias vueltas en círculo. ¡Cómo me cernía sobre el mando de la tele! Me asustaba de mis propias garras. ¿Y mi vista? ¡Podía leer con perfección un libro colocado a más de diez metros de distancia!
Pasaron las horas, comencé a sentir hambre y me encontré con un serio problema. Como ya era un cernícalo completo, no podía abrir la nevera ni la puerta del armario de la despensa, la puerta de la calle, abrir una ventana, un grifo, y tampoco utilizar el teléfono para pedir ayuda. Incluso había perdido el habla y tan sólo podía emitir un extraño chillido: kii-kii-kii.
Llevo así más de tres días y ya sólo deseo despertar una mañana, mirarme al espejo, y comprobar que vuelvo a ser un ser humano. De lo contrario moriré de hambre o de sed. Quién sabe si esta noche, por fin, será la definitiva.

Alberto Villares