Este jueves, nuestra querida Charo, nos anima a escribir sobre pecados capitales. Cada cual que escoja a conciencia y que escriba a placer. Aquí podrás ver mi aportación, y en el blog de Charo, muchos más. Que los disfrutes.
GALLINAS
Pedro, el mantúo*, entró cabizbajo en la iglesia, se dirigió al confesionario, se reclinó y dijo: Padre, confieso que he pecado. En ése momento, Don Segismundo, el párroco, salió del confesionario y le dijo a Pedro ¡Hombre no te preocupes! ¡Acompáñame! ¡Verás cómo acabamos con ésos pecados!
Segismundo, el párroco, empujó una falsa pared, que se abrió y les dio paso al ring parroquial ¡Ponte cómodo!, allí tienes unos calzoncillos amarillos, los guantes rojos y las zapatillas moradas–le dijo el párroco al mantúo.
Una vez convertidos en boxeadores, el mantúo y el párroco, comenzaron a moverse por el cuadrilátero como si tuvieran resortes en los pies. Segismundo, el párroco, era famoso en la comarca por su derechazo fulminante. A Paco, el mantúo, le temblaban las canillas. No podía imaginarse que, irse a la era con Mariana, la porquera, le fuese a costar semejante paliza.
Las viejas del pueblo, todas de negro y alrededor del cuadrilátero, gritaban como posesas y alababan al párroco, que se quitó los guantes y bajó a que le besaran la mano. Mientras, el pobre mantúo, más mantúo que nunca, yacía en el centro del cuadrilátero: el tabique nasal roto, la ceja izquierda abierta, la boca ensangrentada…, horrible.
Unos monaguillos se llevaron a Paco, el mantúo, más mantúo que nunca, a su casa. Las viejas se quedaron dormidas como si fueran gallinas apiñadas sobre el palo de un gallinero. Y Segismundo, el párroco, volvió a ponerse la sotana y reinició sus quehaceres.
Rufo, el herrero, entró cabizbajo en la iglesia, se dirigió al confesionario, se reclinó y dijo: Padre, confieso que he pecado. Mientras, de la calle entraban voces de vecinos que celebraban el resultado de las Elecciones Generales, y gritaban vivas a la República.
* Palabra extremeña. Triste, alicaído. Se aplica al ganado. Ejemplo.: un pollo mantúo.
Ya he aprendido la palabra nueva de hoy, después de eso y de haber leído tu relato,ya me puedo echar la siesta tranquila.
ResponderEliminarBonita manera de poner la penitencia! Seguro que al mantúo se le acaban las ganas de retozar en la era con la porquera...
ResponderEliminarTu relato es muy visual, me he imaginado a los dos dándose de leches vestidos de boxeadores, y a las viejas enlutadas besando al cura...genial...es como si fuera una película de Berlanga.
Me alegro de haberte motivado a escribir de nuevo...No nos abandones más durante tanto tiempo por favor!
Un beso
Me pregunto si entraba una mujer y decía: "Padre, confieso que he pecado.", ¿qué sucedería? ...me gustó tu texto, y esto de aprender palabras de otros lados, me parece genial.
ResponderEliminarUn gusto haber llegado hasta aquí, un beso.
jeje no serían pecados capitales, pero han debido expiarlos casi como tales!... muy divertida tu historia, Mar. Ha sido un gusto leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Una buena manera de castigar los pecados, así seguramente no se volverán a cometer, o se pensará mucho en volver a hacerlo.
ResponderEliminarMuy original el relato, un gusto leerte.
Abrazo.
Me pregunto si la actitud del párroco no sería producto de la venganza, tal vez el estuviera obteniendo los favores de Mariana la porquera. Perdonar los pecados a golpes no parece muy ortodoxo.
ResponderEliminarMe ha gustado volver a leerte. Se te echa de menos, Alberto.
Un abrazo.
Me debí saltar tu blog cuando leí a los demás... perdona... tendré que volver a repasar la lista...
ResponderEliminarQue buen relato el tuyo Alberto, hace que una se haga varias preguntas... un cura muy moderno no? menuda forma de limpiar los pecados... y las viejitas del pueblo ahí animando... por Dios...
Besines... y te sigo!
Me ha encantado el humor en tu relato, es muy jocoso. Una forma muy peculiar para la absolución de pecados.
ResponderEliminarBesos
Me ha encantado el humor en tu relato, es muy jocoso. Una forma muy peculiar para la absolución de pecados.
ResponderEliminarBesos
Muy original tu relato, me ha gustado. Vaya párroco, le quitaba un pecado cometiendo él uno mayor...
ResponderEliminarPienso que Rufo era un valiente, porque si ya sabía lo que había pasado... y las viejas... con el morbo...
Muchos besos.
Me gusta la teoría de Pepe.
ResponderEliminarBuen relato.
Bien por ti, Alberto. Has vuelto y con muy buen relato. No pierdes la práctica y ese fino humor que tienen tus relatos. Me he encantado...aunque no se yo si tal y como está la iglesia, este tipo de penitencias...
ResponderEliminarUn abrazo
aprendo a escribir mejor leyéndolos a ustedes
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